Desde niña he practicado algún deporte, siguiendo siempre el famoso lema de «lo que cuenta es participar». Esto es muy cierto, tanto como que hay que saber perder, hay que saber ganar y siempre pasárselo bien en la pista; aunque soñar con ganar, con meter goles, canastas, hacer puntos, auto superarse o simplemente hacer un papel digno, no deja de ser una constante para quien practica algún deporte.
Me encantaba correr, así que siempre iba corriendo a todos lados (me mandaban a hacer recados y volvía yo rapidísimo). En el colegio jugábamos unos años a Balonmano y otros a Baloncesto (íbamos intercalando). Yo era malísima en ambos (al contrario que mi mejor amiga de entonces, a la que se le daban bien todos los deportes) y apenas metía alguna canasta (aunque sí que hacia muchos tapones) ni mucho menos un gol (me ponían de extremo en Balonmano y veía yo el ángulo muy mal. Ahora veo partidos en la tele, y los extremos hacen verdaderas viguerías!), pero mis equipos eran buenos, siempre junto a mis amigas y me encantaba ir a los partidos. El Sábado de partido era el día que menos me costaba madrugar (sin contar el día de Reyes, claro).
Por supuesto que me ponía un poco nerviosa al principio de cada partido, pero nada que superara las ganas de jugar.
En aquel entones no conocía la esgrima (es una lástima, a veces me pregunto que hubiera pasado, si habría llegado a ser buena de verdad), pero sí que practicaba otros deportes individuales como la natación o el atletismo (directamente nos obligaban a ir a lo que llamaban «Cross» o pruebas de resistencia, por el mero hecho de estar apuntadas a Balonmano. De entrada era odioso, pero luego me encantaba entrenar con mis amigas y al final no hacía nunca un mal papel. Recuerdo que en natación o pruebas de velocidad, siempre me ponía muy nerviosa lo de no reaccionar a tiempo al pistoletazo de salida… Mientras que en pruebas de resistencia, temía perderme! Desviarme del camino!
La esgrima la descubrí de mayor, aunque siempre me había llamado la atención, por aquello de las películas de mosqueteros. Primero en la Universidad, cuando me quedaban apenas dos meses para terminar la carrera, vi que había unos cursos de «Esgrima escénica» en la Escuela de actores y fui a informarme. Por supuesto, me encantó. Hacíamos coreografías y estaba yo deseando hacer alguna de aquellas en las que se sube a las escaleras, o se cuelga uno de una lámpara. Siempre volvía de las clases contenta, con un satisfactorio dolor de piernas (el maestro italiano nos hacía sudar la gota gorda), retando a mis compañeras de piso al grito de «me las pagaréis, bribonas!». Eso sí, cuando un buen día el maestro sacó las máquinas eléctricas y nos puso a «tirar» entre nosotros (esgrima deportiva), entonces fue cuando en verdad supe que ese era mi deporte. Sentí la adrenalina, el verdadero «enganche», una intuición de ritmo y tempo que me hacían liquidar uno tras otro a mis compañeros de curso (gané a todos menos a uno, que hacía tiempo que practicaba la esgrima, tenía experiencia, vamos). El maestro exclamó «Dónde has aprendido eso? Porque yo no te lo he enseñado!». Años mas tarde he sabido que aquello que yo hacía intuitivamente para separar la espada del contrario y poder atacar con una «marcha» o un «fondo» se llama «batimiento».
Pero terminé la carrera, tuve que dejar este curso, volver a mi isla-cuartel general y la vida me llevó por otros derroteros, alejados de clubs de esgrima, o de dinero para costearlo (entiéndase, al contrario de lo que piensa la gente, la esgrima no es cara, pero he tenido etapas en mi vida en las que había que hacer frente a otras prioridades).
Así que cuando volví a vivir en Barcelona (esta vez Barcelona ciudad), en seguida busqué
Encontré un pequeño club nada caro, en el que enseñaban espada y me volví a aficionar. Desde entonces todo fue muy rápido, en seguida quería yo tirar, comprarme mi propia espada, e incluso competir…
Este club me gustaba mucho, tenía su encanto, con poca gente pero agradable y que tiraban bien y un gran maestro que nos daba siempre clase particular, con lo que rápidamente, si una tenía ganas, se aprendía muchísimo…
Continuará…
Posteriormente vendrá el inevitable cambio de club, tolerancia a las competiciones y el último torneo bávaro de la temporada, acontecido el pasado fin de semana, con final… INFELIZ?? NI FU NI FA? FELIZ? Un poco de paciencia, que no quiero saturar el post…